Alberto Fernández: ¡mi niño, te dejas engañar!

El presidente argentino, Alberto Fernández. Foto: AFP

En la política actual -no sólo en Venezuela- gana terreno la idea de que la percepción puede definir e incluso alterar la realidad. Desde las campañas de propaganda ideadas por Goebbels en la Alemania nazi, donde se decía que una mentira repetida mil veces podía derrotar a la realidad, hasta la época en que apareció la televisión con la técnica de construir la imagen de candidatos para quienes una sonrisa agradable y cautivadora era más importante que su oferta electoral. Hoy con el surgimiento de los «social media» apoyados en las nuevas tecnologías, la invasión de «noticias falsasy demás parafernalia de comunicación, la percepción definitivamente eclipsa la realidad.

Lo anterior es relevante en relación a la nueva imagen que presenta -y en cierto modo logra- el grupo que envía desde Miraflores. Bodegones, restaurantes llenos de viejos y nuevos, tiendas con clientes y el hecho comprobable de que al menos en el este de Caracas reina el bienestar, permitieron construir la percepción de que “las cosas se están acomodando en Venezuela”. Naturalmente, esto es una ficción o una burbuja limitada a pequeños sectores del país, pues en la mayor parte de su territorio continúa la realidad de pobreza, carencias, derrumbes y demás desgracias que envuelven a la mayoría de nuestros compatriotas. Pero percepción es percepción y no se puede negar que quienes manejan esta ficción lo hacen con cierto acierto.

Junto a la ficción asistencialista, se intenta convencer interna y externamente de que los problemas de fondo del país, como la actitud dictatorial de Maduro, la repulsión impune de Diosdado, la corrupción endémica, la retórica complaciente de los medios oficiales y los pocos privados que aún existen, etc. , forman parte de una realidad virtual muy alejada de la realidad. Impune violación de derechos humanos, desaparición del estado de derecho, presos políticos, caos institucional, colapso económico, PDVSA al borde de la quiebra, Guayana en quiebra, arco minero depredador, disolución del sector bancario, guerrilla colombiana controlando zonas del territorio venezolano, poblaciones desplazadas y dejar de contar.

Frente a estas dos realidades coexistentes, hay quienes, por intereses económicos, políticos, personales o de otra índole, prefieren -de buena o mala fe, según el caso- abrazar el cuento de hadas de una Venezuela que se endereza y hay también estos -pueblos o gobiernos- protegidos por las ventajas de la «real politik», ignoran lo que ven y lo subordinan a sus negocios oa sus ideologías.

Un ejemplo lamentable y muy reciente es el caso del pobre señor Alberto Fernández, presidente de Argentina, quien acaba de anunciar que, visto y considerando que «los problemas de Venezuela se están resolviendo», es hora de retomar las relaciones diplomáticas bilaterales a nivel de embajadores (tienen varios años a nivel de líderes empresariales) y siguen de la mano felices y contentos como si aquí no hubiera pasado nada.

La verdadera verdad radica en el hecho insólito de que si bien el Dr. Fernández es el presidente, la dueña de los votos que lo llevaron y lo apoyaron al poder es la vicepresidenta Cristina de Kirchner. Entre los dos se produce una lucha interna por el poder real, en la que Alberto se impone por un momento y Cristina por otro. Dependiendo del viento dominante, Argentina toma un rumbo u otro. Hace apenas unas semanas, los sureños -con acento albertista- votaron contra Venezuela en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y apoyaron la expulsión de Rusia de ese organismo, o trajeron un tímido apoyo a las causas de la democracia hemisférica en la OEA. A la semana siguiente, mientras el kirchnerismo recobraba el aliento, se echaba en brazos de causas ideológicas «progresistas» como Puebla, relanzaba la Unasur, fortalecía la Celac (de la que Alberto era presidente temporario), fotografiarse con Putin y otras causas demandadas por Cristina, cuya principal preocupación no tiene que ver con su país ni con el mundo, sino con la resolución de su comprometida situación jurídica frente a graves cargos de corrupción. los cuales -sin ser tan independientes como los ingleses- son mucho más decentes que los venezolanos.

Navegando sobre esta ficción, el gran ocupante de Miraflores (vemos el chaleco antibalas que lleva debajo de la camisa) difunde al mundo cifras y proyecciones que pretenden mostrar una Venezuela en plena recuperación, con un Estado de derecho en pleno funcionamiento, clima ideal para inversión, multiplicación milagrosa de la producción petrolera. Lástima que la torta que acaban de dejar caer con la ‘renovación’ del TSJ y otras artimañas esgrimidas por el fiscal Saab les dificultará convencer al fiscal Karim Khan de la Corte Penal Internacional, quien ya se dio cuenta de la artimaña y por lo tanto, él decidió definitivamente abrir una investigación penal contra los responsables, tal como lo establece el Estatuto de Roma, del cual -¡las cosas de la vida!- la honesta Venezuela de antaño fue promotora y negociadora decisiva.

@apsalgueiro1

Entrada Alberto Fernández: ¡chico querido, te dejas engañar! se publicó por primera vez en EL NACIONAL.

Fito Saenz Olvera