El chileno que no representa a Chile
Uno no puede escapar al asombro de ver cómo una persona, un chileno, se abate al suelo desbordando desde lo más profundo de su corazón una actitud xenófoba. Los malos tratos que le infligió el hombre a unos venezolanos que frecuentaban una tienda de alimentos es filmado en redes sociales. Las palabrotas, los insultos y la falta de humanidad resumida en vulgaridad aún resuenan en nuestros oídos. La verdad, incluso la dureza de la situación y que luego el personaje de referencia se disculpara públicamente, nos obliga a volver al tema de la xenofobia al que hemos dedicado varios espacios en este medio.
Cuando decimos que este chileno no representa a Chile, no me cabe duda de que este gentilicio, como el de la mayoría de los latinoamericanos, es más noble e incluyente que lo que hemos visto en las redes con la actuación de este desquiciado personaje lleno de odio y maltrato a algunos trabajadores migrantes venezolanos. Creo que en esta intervención se expresó lo peor del ser humano; maltratar a las personas por razones de origen, raza, género u opinión política es vergonzoso. Sin duda, tenemos un trabajo por delante en la lucha contra la discriminación, el abuso o el abuso de poder. Muchas veces los protagonistas de escenas de esta dimensión terminan siendo acusados y denigrados, como también hemos podido ver por la reacción en las redes ante el comportamiento de este personaje que muchos reconocen su rostro y pocos conocen su nombre. Bastante dura es la realidad de quienes deben emigrar o refugiarse para enfrentar la persecución y los malos tratos en el camino que emprenden hacia nuevas tierras.
Insistimos en que la lucha contra la xenofobia es una tarea constante, que involucra a los Estados, la sociedad civil, la educación temprana y permanente. Recordamos una nota anterior en la que mencionábamos la xenofobia como el eslabón más débil, precisamente porque la emigración genera dificultades iniciales para muchos países. El proceso de asimilación y aceptación del extranjero es difícil. A partir de ahí, se convierten en objeto de ira, frustración y recurso político en beneficio de la búsqueda de lectores. Sin embargo, en la medida en que tratemos de entenderlo como una realidad que puede generar resultados y beneficios significativos para los países receptores, la actitud general de los ciudadanos será más positiva y episodios como el descrito serán más oportunos.
Recordemos que la humanidad en su historia transcurrió sobre el eje de la migración. Es una realidad que es parte de la movilidad humana, parte de su riqueza, las personas siempre se han movido e insertado en nuevos entornos y seguirán siendo parte de la agenda internacional por mucho tiempo. A lo largo del tiempo, el ser humano ha dejado países, continentes y por múltiples motivos. Con su inclusión, los emigrantes traen nuevos conocimientos, nuevas culturas, nuevas tradiciones y esto es lo que nos enriquece hoy como comunidad global. Por supuesto, al igual que los propios nacionales, no todos los emigrantes dejarán una huella positiva.
El mundo de hoy no se enriquece por el hecho de que todos somos iguales, se enriquece precisamente por el hecho de que muchas comunidades han tenido la oportunidad de sumergirse en otras. La realidad migratoria se vuelve problemática cuando se levantan trabas, cuando se levantan barreras y se genera xenofobia. Cuando no contamos con políticas claras y diáfanas para comprender y absorber el fenómeno, se generan fricciones, maltratos, explotación y desigualdad. Estos contingentes humanos rechazados, de manera cíclica, se convierten de alguna manera en tragedia y pueden crear dificultades para muchos países.
Las situaciones de conflicto en los países generan movilidad, muchas veces esta movilidad genera situaciones difíciles para los países de acogida y en esto hay que ver los ejemplos que existen en el mundo. El caso más reciente es el de Ucrania, el de Siria, la migración a Europa del norte y centro de África que también buscan oportunidades en esta parte del mundo, pero también tenemos hoy en Latinoamérica, en Centroamérica por un lado y el migración contingente de venezolanos que han ido a todas partes del mundo y en particular a los países de nuestra propia región.
Toda esta movilidad ha generado drama, sobre todo cuando no hay políticas transparentes para absorber esta situación. La realidad migratoria se asimila mejor cuando los países receptores entienden la situación, más que como un problema, como una oportunidad y una opción que tienen para absorber esta realidad.
Si nuestros gobiernos pusieran en marcha políticas de libre circulación de personas como parte de nuestro proceso de integración, si tuviéramos registros y medios para facilitar el ingreso de las personas a estos procesos encauzados, ordenados, sin generar traumas, se generarían menos resistencias, xenofobia no se crearía y se utilizarían las capacidades productivas del emigrante.
No hay que olvidar que los emigrantes no buscan sólo los países desarrollados del Norte, también emigran hacia los países del Sur. Hay una emigración sur-norte y también hay una emigración del norte hacia otras regiones, por lo que es una realidad imparable que obliga a los organismos internacionales y a los propios gobiernos a ampliar su normativa y desarrollar a su medida mecanismos de alerta temprana para que estos flujos sean ordenado. seguro y no dramático.
Las personas migran por diferentes motivos; por las crisis políticas, por las guerras, por el deterioro del medio ambiente, por la desertificación. Basta pensar en el norte de África, porque los problemas generados por el calentamiento global están conmoviendo a comunidades enteras. La movilidad está dada por la búsqueda de oportunidades, hoy tenemos un mundo globalizado y cada día más pequeño, esto también hace que existan grupos diversos, especialmente jóvenes que buscan nuevos horizontes.
En el camino, la emigración ha demostrado su capacidad para contribuir al crecimiento global y las comunidades de acogida.
Este incidente en Chile se convierte en una alerta más para todos en la región. La movilidad de nuestros pueblos dentro de América Latina debe asimilarse a nuestra naturaleza. Hoy son los venezolanos en Chile, ayer fueron los chilenos en Venezuela. Si hay un resumen de esta historia es que quienes utilizan la violencia y la discriminación no representan la esencia de nuestros pueblos.
Podría decirse que fomentar la xenofobia como mecanismo de defensa contra los extranjeros es una mala práctica que beneficia poco a los países de acogida y a los ciudadanos que comparten sus ciudades con personas de otros orígenes. La actitud de este ciudadano chileno no representa la simpatía y capacidad de asimilación de esta patria latinoamericana.