¿Maduro le está dando la espalda a Chávez?
El día 11 de este mes, Nicolás Maduro anunció que a partir del día 16 estarán a la venta en bolsa entre el 5% y el 10% de las acciones de las empresas públicas, las cuales podrán ser adquiridas por inversionistas privados, nacionales e internacionales. . Dijo: “Necesitamos capital para el desarrollo de todas las empresas públicas. Necesitamos tecnología. Necesitamos nuevos mercados… Puedes convertirte en inversionista de Cantv (empresa nacional de telefonía de Venezuela), Movilnet (empresa nacionalizada de telefonía móvil), petroquímicas, todas las empresas mixtas petroleras, empresas de gas, empresas de Guayana (mineras y siderúrgicas, forestales, de aluminio y servicios). Estas fueron sus palabras.
Las empresas propuestas necesitan ser reorganizadas y por ello, se señaló, serán absorbidas por accionistas de alto riesgo. El economista Luis Oliveros señala que “hemos pasado del mercado de capitales como instrumento del capitalismo, a la venta de acciones de empresas públicas en la Bolsa de Valores”. La Junta Directiva de la Bolsa de Valores de Caracas emitió un comunicado público en el que señaló que “el fortalecimiento del mercado de valores es un pedido de larga data, que contribuye a generar riqueza y desarrollo para el país”; y su presidente, Gustavo Pulido, saludó la decisión de Maduro y dijo: “Es muy positivo que haya un cambio en la visión de la economía venezolana. Creemos que este es un giro importante, después de la nacionalización de las empresas de servicios y otras empresas, hay un giro de 180°”. Más de un analista o escritor de opinión recordó que en 2007 Hugo Chávez dijo, al comentar las excepciones establecidas en el artículo 303 de la Constitución, «aquí no hay nada más privatizado», y que Maduro, con las medidas anunciadas, «contradice el legado de su mentor.»
No es la primera vez que el régimen dictatorial instaurado por Chávez y su deriva madurista vuelve sobre sus pasos. En un principio ellos mismos lo compararon con “un árbol de tres raíces” nutrido de las ideas de Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora; luego lo atribuirán a la “posdemocracia” del sociólogo neonazi Norberto Ceresole, basada en la concentración del poder por la troika “caudillo, ejército, pueblo”; de repente lo identificaron con “la tercera vía” entre el capitalismo y el comunismo; y, posteriormente, lo declararon “marxista” el 15 de enero de 2010, a pesar de que su principal impulsor, Hugo Chávez, había confesado previamente haber leído “superficialmente” “elementos” de esta doctrina (El comandante habla, Agustín Blanco Muñoz, página 398); y, finalmente, el régimen se definió, hasta el día de hoy, como representante del “socialismo del siglo XXI”, siguiendo al teórico alemán Heinz Dieterich, quien, por cierto, ahora lo niega. ¿Sabrían realmente el difunto y su actual sucesor, apenas leyendo un libro de texto, cuál era la verdadera esencia del marxismo, el materialismo dialéctico y el materialismo histórico, y qué significa que «el motor de la historia» es «el antagonismo fundamental entre el nivel de la fuerzas productivas y la naturaleza de las relaciones de producción»? Creían que bastaba atacar la propiedad privada gritando «expropiar» en un lugar público, para ser comunistas. No sabían lo que eran, nadie les daba la espalda. cualquiera.
Siempre he creído que lo que caracteriza a quienes nos han gobernado por más de 20 años es su carencia ideológica, bordeada por un pragmatismo ávido de quedarse con el poder como botín para acceder a la riqueza, y se enmascaran, fingen ideas, para enmascarar sus impresentables condición. Visten con ropas falsas los cambios en las definiciones de lo que sería su pensamiento político, como hemos precisado más arriba. Pienso, pues, que habiendo sido verdaderamente apóstoles de la no creencia, no cometen apostasía, no niegan nada, no traicionan a nadie, y que la nueva política que ahora aplican en el orden económico se debe a que están en lo que se llama estado de necesidad. Quitaron los controles de precios no porque estén convencidos de que es mejor que actúe la oferta y la demanda, quitaron los controles de cambio no porque ahora tengan confianza en el mercado, aceptan la dolarización de facto porque han destruido el bolívar, desestatizan y venden participaciones en empresas públicas porque necesitan capital y están en déficit debido a su mala gestión. En definitiva, están haciendo lo que están haciendo ahora porque no sabían que una economía sin la acción conjunta del mercado y el Estado es –como escribió el premio Nobel Paul Samuelson– “como intentar aplaudir con una mano.
En el período democrático venezolano 1958-1998, se alternaron en el poder gobiernos de orientación doctrinal socialdemócrata con AD y gobiernos de orientación doctrinal socialcristiana con Copei. Ahora, en el Palacio de Miraflores se ha escenificado una broma. Y, para citar al propio Marx, «el jefe de estado es un asunto demasiado serio para hacer el payaso».
Si la expresión “el comunismo es el camino más corto entre el capitalismo y el capitalismo” se ha aplicado a la Unión Soviética y los países satélites del abandono del marxismo, el chavismo-madurismo puede ser designado como el camino más corto entre el fracaso y el desastre. Manteniendo la distancia, si la utopía de Marx tuvo como resultado inevitable que el comunismo ya no exista más que en unos pocos nichos, también es ineludible la aparición en cualquier momento de un cisne negro que arrase con el episodio tragicómico del chavismo, renovado por Maduro. Mientras tanto, la historia sonríe.