Sobre Guillermo Deisler y el libro en su homenaje

Sobre Guillermo Deisler y el libro en su homenaje
Sobre Guillermo Deisler y el libro en su homenaje

Por ROBERTO FOLLARIA (1)

Tuve el placer de participar en el libro sobre Deisler, que me acercó a aspectos de su vida y obra. Debo agradecer a Jonatan Alzuru por su amable invitación para hacerlo, así como a la Universidad Austral de Chile por haber hecho posible el trabajo de organización y coordinación que realizó, y a la Universidad de los Andes de Venezuela por la difícil y exitosa labor de edición. , acompañado de una fuerte presencia gráfica y aciertos en el diseño.

Deisler ha estado haciendo poesía/imágenes y arte/letra desde la década de 1960, mostrando una fuerte inventiva y una habilidad para combinar varias disciplinas y procedimientos. Le tocó, como a tantos chilenos y otros latinoamericanos de la época, sobrevivir en el exilio: pasó por París, desembarcó en Alemania, vivió –para nosotros– en una Bulgaria poco conocida. Y allí, como para todos los exiliados, el correo fue un mecanismo esencial de la vida cotidiana: convertirlo en un espacio de transmisión de las cadenas artísticas que constituían las obras colectivas fue su forma personal de unir las urgencias vitales con las posibilidades estéticas.

Deisler hizo posible así un arte “hecho por muchos”, donde cada uno aportaba de manera diferente lo que le pertenecía. Cada uno de ellos fue el eslabón de un largo hilo de disímiles aportes, donde las individualidades no fueron borradas por la construcción colectiva. Gran metáfora de lo que queríamos entonces con las revoluciones sociales: cada uno desde su poder único, aportando a todos en plena libertad y apertura de imaginación.

Al mismo tiempo, la llamada de correo significaba una gran metáfora de la vida misma. Es que cada una de nuestras existencias personales tiene un principio y un fin, pero no la Vida con mayúsculas, eso que no hace un sujeto unipersonal, y que si tiene sujeto, podría ser la Humanidad: lo que Spinoza intuía como pura Sustancia. lo que Hegel o Marx harían también como Sujeto. La verdad es que la realidad no tiene marcas, es una continuidad indiferenciados que luego, ordenando la necesidad, señalamos, simbolizamos, codificamos desde el plano del lenguaje y del concepto.

Así, las nociones de «principio» y «fin» están planteadas por nosotros, no están en lo real como tal. Nosotros comenzamos y terminamos, no la realidad misma, que no es inmutable pero siempre está ahí, al menos desde que existe el Universo. Por eso nada comienza ni termina, y de esto el arte de Deisler es una elocuente metáfora, donde somos parte de cadenas cuyas etapas muchas veces ignoramos, como nos sucede en la vida que se cruza con tantos personajes y destinos de los cuales poco o nada se nos ocurrirá echar un vistazo

El mecanismo se reproduce fielmente en el libro que ha organizado Alzuru, que es, en este sentido, un fiel homenaje, que responde a la obra de aquel a quien se refiere. Y que retoma en cierto modo esta cuestión planteada por J. Derrida en su libro espuelaspreguntándose si la frase de Nietzsche «Olvidé mi paraguas» (escrita para su sirviente) es o no parte de su Trabajos completos. “Obviamente no”, se suele pensar: pero Derrida deconstruye la idea de géneros y fronteras, y nos lleva a advertir que en la vida real todo se confunde y que en algún momento pueden aparecer fuertes lluvias, la pérdida del paraguas. una vez o más importante que los pensamientos exaltados sobre lo dionisíaco que se plasmaron en los escritos formales. Una mosca que molesta al escritor es de pronto muy importante para el escritor: la obra no está fuera de la vida, sino como un espacio más en la continuidad de esta.

En la era posvanguardia, cuando se habla de una muerte silenciosa del arte frente a la estetización generalizada de la existencia que ofrecen los medios electrónicos (Vattimo), se vuelve difícil impactar, conmover, inventar algo nuevo. Cuando todos los originales han sido copiadosla apelación al libro/objeto, al libro/correo de Deisler ya la escritura/homenaje que redobla su propio gesto alienta aún más algunos sobresaltos, puede levantar somnolencias y reinventar márgenes inesperados.

Una forma que merece ser recordada, y también retomar el legado del artista chileno. Para volver a invocarlo y reinstalarlo en el presente, como un talismán contra los males de la época: la rutinización, el aburrimiento, la inmensidad en la que nos encierran la hiperestimulación electrónica y el tumulto mediático.


1 argentino. Incluida la Universidad.

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