Una lección moral para los dialogantes
La eminente filósofa española Adela Cortina, especialmente en el campo de la ética, en un reciente artículo sobre la guerra ruso-ucraniana, hacía una clara y sencilla reflexión sobre el concepto de diálogo en situaciones de guerra (y política, añadimos). Indiscutiblemente útil: es casi siempre un agresor poderoso y una víctima devastada. Quitar esta circunstancia que le supone destrucción, sufrimiento y muerte, en mayor o menor medida, puede ser pragmática y racionalmente deseable, pero casi siempre éticamente injusto. Tal sería la situación actual de esta guerra que sacude la conciencia del planeta y que insta a la mayoría de la humanidad a exigir un diálogo que ponga fin a la criminal invasión de Putin contra un país noble y frágil, sin justificación alguna.
Cortina seguramente considera razonable esta cifra, pero hace una pequeña y notable observación: tales diálogos tienden a ser, repetimos, éticamente injustos. El invasor casi siempre logra sus objetivos criminales y el agredido sólo logra el cese de la destrucción de su patrimonio y el dolor y muerte de sus habitantes. Esta es, sin duda, una solución preferible a la prolongación de la injusta masacre, pero nadie dirá que se obtiene un trato justo para las partes, como parece indicar un ingrediente esencial de ciertos sermones sobre el tema. Entonces, si la justicia sigue siendo uno de los valores centrales de la convivencia de las especies, también debería ser una de esas transacciones. Putin y su pueblo deben pagar sus atrocidades, en pocas palabras: la justicia ética, aquella que sólo se ocupa de su definición primitiva y no de sus conveniencias circunstanciales. El mundo y la historia del mundo están llenos de estas injusticias, de estos crímenes masivos, especialmente de las guerras, sin castigo para los responsables.
Cortina aboga entonces por hacer todo lo imaginable con dos propósitos: ayudar a Ucrania -sanciones y armas- a conseguir una victoria de ensueño frente al gigante nuclear que quiere aplastarla y luchar para castigar a Putin y su banda de criminales. No os entreguéis sin luchar contra el ideal de justicia, valor de apoyo de toda fraternidad. Difícil, sin duda.
Yo invitaría a todos aquellos venezolanos que quieran entregarse al chavismo, “volver a la paz y al desarrollo” después de más de dos décadas de destrucción del país en beneficio de unos pocos, a pensar en una época como Cortina, a no volver así. no más la dignidad y el anhelo de equidad y justicia nacional. No vendas tu alma al diablo por cuatro peniques.
Hoy sólo hemos conocido la indignación de la renovación de la Corte Suprema de Justicia, mientras se multiplican las concesiones entre la dictadura y los inquietos empresarios, los escorpiones y los políticos… festiva, injustamente.